viernes, 28 de febrero de 2014

El tiempo entre pañales

"Y la vida escapando,
Como sangre sin cárcel,
Desde el fatal olvido en que caías"
Luis Cernuda, La realidad y el deseo

Y estos dos años se han escapado entre ecografías y pañales. De nuevo Virgilio y su fugit irreparabile tempus. Un buen tema para retomar los mandos de este barco que navega sin rumbo por los océanos virtuales. Pero tal vez algún principiante se pregunte qué relación mantienen el tiempo y la economía más allá del tópico del "tiempo es oro". 

Mis alumnos de 1º de Bachillerato se bautizan en esta disciplina con la consigna de que el principal problema económico es la escasez. Desde esta perspectiva, no resulta difícil advertir que el tiempo es un bien escaso. ¿Quién no ha deseado en alguna ocasión que el día tuviera más de 24 horas? ¿Quién no ha querido estar en las campanas y repicando? ¿en el fútbol y en una fiesta? Por tanto, si se acepta que la economía ha de abordar el problema de la escasez, está claro que el uso del tiempo forma parte de su objeto como ciencia humana.

Otra manera, quizás más técnica de encarar la relación entre el tiempo y la economía reside en el concepto de 'coste de oportunidad'. Cuando alguien invierte -el uso de esto verbo no es casual- su tiempo en una actividad (o incluso en la ausencia de ésta), está renunciando a emplearlo en otra alternativa. Tanto es así que incluso es posible asignar un valor monetario a ese empleo del tiempo. Un corolario inquietante se impone: el sistema capitalista ha convertido el tiempo en un producto más. 

En este tiempo entre pañales, he tenido ocasión de volver a ver la magnífica película El empleo del tiempo de Laurent Cantet. A través del drama vital y dolorosamente actual del personaje principal, un padre de familia despedido de su empleo y que finge seguir ocupado como funcionario de la ONU, el espectador no puede dejar de pensar en la deriva que ha tomado la concepción del tiempo. Tiempo concebido como mercancía, como valor de cambio, que sólo cobra sentido en la medida en que es empleado en "algo útil" y ante el que se experimenta una suerte de horror vacui cuando no se dedica al negocio (nec-otium, no ocio). La consecuencia es que el ser humano se ha convertido en empleado y no en señor de su propio tiempo: la alienación moderna por excelencia. 

¿Cómo recuperar el concepto de tiempo perdido en un sistema como el nuestro? Difícil empresa, en la medida en que, precisamente, lo que se ha limitado es el campo de elecciones personales. Tal vez lo único que quepa sea reflexionar sobre el propio empleo del tiempo. En mi caso, durante mi tiempo entre pañales.